Lynei Woodard
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SARGENTO MAYOR

Lynei Woodard

Sargento mayor de operaciones

Cuando esta soldado de 17 años se incorporó al Ejército como especialista en operaciones químicas, sus expectativas un poco fantasiosas la llevaron a pensar que “se le podría ocurrir algún tipo de fórmula que terminaría siendo increíble”.

Después de 25 años de servicio en la Reserva del Ejército, es posible que la sargento mayor Lynei Woodard no haya desarrollado la fórmula química que imaginaba en su juventud como soldado raso, pero se le ocurrió algo aún mejor: una fórmula de resistencia y éxito tanto en su carrera civil como en la Reserva.

"“Pensé que [incorporarme a la Reserva del Ejército] era una buena oportunidad porque, en ese momento, éramos dos las que nos graduábamos de la escuela secundaria al mismo tiempo, mi hermana y yo. Así que quería poder pagar la universidad sin tener que agre"

Lynei Woodard

SARGENTO MAYOR | EJÉRCITO

Por supuesto, Woodard, que ahora es la sargento mayor de operaciones para el Cuartel General de la 98ª División de Entrenamiento (entrenamiento inicial de ingreso) en Fort Benning, Georgia, admite que a los 17 años no tenía realmente un plan grandioso y detallado para dos carreras en ese momento. Simplemente vio una oportunidad y la aprovechó.

¿Por qué decidió incorporarse al Ejército a los 17 años?

“Pensé que [incorporarme a la Reserva del Ejército] era una buena oportunidad porque, en ese momento, éramos dos las que nos graduábamos de la escuela secundaria al mismo tiempo, mi hermana y yo. Así que quería poder pagar la universidad sin tener que agregarles otra deuda a mis padres”.

La movilizaron después del 11 de septiembre para preparar el despliegue de soldados para las operaciones con químicos. ¿Qué pasaba entonces por su mente?

“Sentí una gran responsabilidad en ese momento, porque empecé a darme cuenta de que, aunque estaba haciendo un trabajo, y estaba entrenando a personas, lo que estaba manejando eran vidas humanas. Así que mirarlos a los ojos se volvió cada vez más importante”.

¿Cuándo y cómo decidió convertirse en sargento de maniobras después de servir como soldado de operaciones químicas?

“Fui seleccionada por el Departamento del Ejército para desempeñarme como sargento de maniobras. En ese momento era sargento de primera clase y pensé, '¿qué quieren de mí?' Pero nunca fui una persona que rechazara una oportunidad, así que respondí a la convocatoria... y fue una de las mejores decisiones de mi carrera”.

¿Cuál fue la parte más difícil de ser sargento de maniobras?

“Para ser totalmente honesta, la parte más difícil de ser sargento de maniobras fue ir a la Academia de Sargentos de Maniobras. Porque era sargento de primera clase, y tenía que ser humilde, y aprender de personas que estaban en un rango diferente y  hacer flexiones y pararme en la posición de descanso siempre que me lo ordenaran. Pero lo cierto es que yo quería ser como ellos. Entonces, si yo quería ser como ellos, tenía que hacer lo que que ellos ya habían hecho y aprender lo que me estaban tratando de enseñar”.

Si mira hacia atrás como sargento mayor, ¿cuál es el rol y el valor del sargento de maniobras en la actualidad?

“El rol y el valor del sargento de maniobras es el mismo de siempre. Somos fundamentales para crear las Fuerzas Armadas. Ya sea como oficiales o alistados, los sargentos de maniobras son el inicio para todos, y los sargentos de maniobras serán por siempre el inicio para todos. El Cuerpo de Suboficiales es la columna vertebral de las Fuerzas Armadas, y nada se mueve sin una columna vertebral. La columna vertebral es el principal soporte. Entonces, desde antes, hasta ahora y en el futuro, el sargento de maniobras es y siempre será vital para las Fuerzas Armadas”.

Mientras avanzaba por los rangos de la Reserva del Ejército, también estaba ocupada en el ámbito civil. Cuéntenos al respecto.

“Aproveché el beneficio monetario para la universidad que me daba el Ejército para mi carrera civil. Con el paso de los años, conseguí no solo obtener un título, sino tres: una tecnicatura en Salud y Educación Física de Georgia Perimeter College; una licenciatura en Ciencias de la Enfermería de Emory University; y luego una maestría en Ciencias de la Enfermería como profesional de enfermería de familia de Samford University”.

A medida que fue avanzando en sus puestos tanto en el Ejército como en la órbita civil, ¿qué aprendió sobre el liderazgo?

“Cuando dejas de aprender como líder —cuando sientes que tu título de alguna manera te convierte en un sabelotodo— fracasaste. También hay que tener compasión por la gente. Las personas bajo tu mando, soldados o civiles, necesitan saber que tienes empatía y solidaridad, que te preocupas por ellos, porque si no ven la compasión de un líder, sus acciones no tendrán mucho peso”.

Escuchamos que también se desempeñó como DJ de radio. Cuéntenos al respecto.

“Para aquellos que no lo saben, hubo un tiempo en el que fui toda una personalidad al aire para Hot 107.9 con un programa dominical llamado Crunk for Christ. Fue una gran experiencia poder llevar a Cristo al corazón de los jóvenes a través del tipo de música que ellos escuchan. Creo que Dios puede transformar de muchas, muchas maneras a su pueblo cuando oye sus necesidades”.

¿Qué más hizo que la gente no sepa?

“Fui instructora en la Universidad de Emory. Di clases a enfermeras en formación. Y esa es otra cosa que hice en mi carrera, o en mis varias carreras, supongo”.

Logró mucho en estos últimos 20 años. ¿Qué la mantuvo motivada y entusiasmada para hacer tantas cosas?

“Lo que me motiva en términos de resistencia es el hecho de que, como la mayoría de la gente sabe, como afroamericanos, nosotros... no encuentro una mejor forma de decirlo, no tenemos un lugar. Y lo que quiero decir es que no puedo rastrear mi linaje familiar hasta África. Es decir, sé que ese es el continente del que procedo, pero lo más lejos que puedo llegar es a mi bisabuela y a sus padres que fueron esclavos. Mi bisabuela tuvo su primer hijo a los 15 años y se sacrificó toda su vida para poder criar a una generación de personas y llegar a tener éxito.

También tuve dos tíos en el Ejército, uno sirvió en la Primera Guerra Mundial y el otro en Vietnam. Ninguno de los dos volvió a ser el mismo y llegaron a casa totalmente cambiados y ni siquiera fueron tratados con respeto. De hecho, cuando mi tío que sirvió en Vietnam regresó, lo llamaron 'chico' y la 'palabra despectiva que empieza con N'. Así que cuando veo la resistencia de gente como esa, y de mi madre, que fue llevada en autobús a un barrio completamente blanco para expandir la diversidad —cuando veo las contribuciones que hicieron, cuando ellos exhalaron—yo inhalé su resistencia. Inhalé su resistencia. Ellos empezaron muy de abajo. Se esforzaron para que yo tenga un porvenir, y mis hijos van a levantar vuelo”.

En términos de diversidad, ¿cómo vio transformarse el Ejército?

“Creo que, en términos de diversidad, les llevamos mucha delantera a nuestros equivalentes civiles. Nada en las Fuerzas Armadas en términos de diversidad es perfecto, pero puedes ir a nuestras unidades locales, puedes ir a nuestros comedores y verás personas de diferentes orígenes étnicos, diferentes culturas, diferentes géneros, diferentes credos, todos sentados juntos, comiendo y riendo juntos.

El Ejército ha desarrollado la capacidad de ver a las personas y el carácter, aparte de ver su color, y eso es algo bueno. No creo que Dios pretendiera que ignoráramos la belleza de lo que vemos cada día y en los seres humanos, pero el Ejército ha aprendido a ver el color, a explorar el color y la cultura que lo acompaña y a abrazarlo.

Si tan solo el mundo que nos rodea nos mirara, habría tantas cosas que podríamos solucionar con el solo hecho de aprender a ver la diversidad, explorarla y abrazarla. [Cuando me jubile,] definitivamente voy a extrañar eso. Será lo que más echaré de menos cuando me jubile”.